lunes, 18 de marzo de 2019

BLOQUE 2. Textos folclóricos

INTRODUCCIÓN
Después de haber trabajado y leído todo sobre este bloque en referencia a los textos folclóricos he aprendido el significado y el sentido real de lo que es la literatura folclórica, la cual, originariamente no estaba hecha para niños en la mayoría de los casos y que las moralejas no eran comunes ya que su principal objetivo era lúdico, haciendo que el pueblo pasase un buen rato en ambiente familiar a través de narraciones sobre los sueños que la gente del pueblo tenía. Fueron los recopiladores y adaptadores posteriores las que incluyeron las moralejas. Por tanto, es importante no confundir “moraleja” con “enseñanza moral”. He aquí la importancia que tenemos los maestros, en conocer bien el sentido de cómo y para qué están escritos los textos folcróricos, potenciando la reflexión y no dando respuestas anticipadas, no tratando de explicar los cuentos a los alumnos, sino dejando que decidan ellos lo que el texto les está transmitiendo.
Es oportuno señalar que los textos folclóricos son para contar, no para leer.
Por todo ello, me resulta de especial importancia la incorporación de la literatura oral tradicional en la escuela, ya que la literatura folclórica supone hacer que el niño viva la palabra que ha perdurado durante generaciones, llenarlo de afectividad de la comunicación de tú a tú e incorporarlo a su cultura o a otras culturas ancestrales.
Como apuntaba Vygotski, el desarrollo mental del hombre tiene su origen en la comunicación verbal entre el niño y el adulto, y este es uno de los motivos por los cuales la literatura folclórica tendría que estar más presente en el aula.
Los cuentos abren al niño un amplio abanico de posibilidades ya que transmiten una serie de conocimientos, de tradiciones y de maneras de ser y de pensar propias. Como reafirmaba Bettelheim, los relatos orales infantil, ayudan a los niños a conocerse y a explicarse el mundo.
Al final de la etapa de Infantil, normalmente los niños están en un momento evolutivo fantástico no sólo para escuchar cuentos sino para extraer mensajes muy valiosos y con gran carga imaginaria. A los 5-6 años los niños ya tienen una comprensión de la lengua más elevada y es por ello que les permite analizar e ir más allá del argumento del cuento.
Es fundamental que en el aula, a los niños se les cuenten cuentos, teatros o poesía folcrórica.
Los Hermanos Grimm mostraban interés por los antiguos cuentos de folclore alemán y los lanzaron bajo el nombre “Cuentos para la infancia y el hogar”, en dos volúmenes. La colección creció en el año 1857, con la obra “Cuentos de hadas de los hermanos Grimm”. Más tarde publicaron el primer volumen considerado el diccionario alemán de referencia en el que trabajaron durante 11 años.


Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Grimm.jpg?uselang=es


CUENTO “La Muerte Madrina”- Hermanos Grimm




Justificación de la elección del cuento: 

He elegido este cuento porque habla de la muerte, el miedo a la muerte, siendo los miedos en general y cualquiera de sus modalidades en la etapa infantil un fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas y tiempos, siendo evolutivos y “normales” a cierta edad, cambiando el objeto temido a medida que el niño crece y su sistema psicobiológico va madurando.

    
Justificación de la elección de la edad: 

Este cuento lo he seleccionado para niños de 6 años, dado que según su proceso evolutivo, en esta edad, se inicia una evolución de los miedos infantiles. 



A los 6 años, la mayoría de los niños empiezan a darse cuenta de la irreversibilidad de la muerte y la consideran como algo definitivo que a todos los seres vivos les acabará sucediendo. Pero aun no contemplan la muerte como algo personal que pudiera llegar a afectarles. Durante esta etapa, es normal que los niños le pongan ya una imagen a la muerte o la personifiquen, por ejemplo con un esqueleto o con otras imágenes que en ocasiones pueden ser fuente de pesadillas nocturnas. 



Este cuento puede acercar al niño a situaciones que pueda estar viviendo o haya vivido como el fallecimiento de un familiar cercano, lo cual, puede plantearles muchas reacciones emocionales. 





Un hombre muy pobre tenía doce hijos; y aunque trabajaba día y noche, no alcanzaba a darles más que pan. Cuando nació su hijo número trece, no sabía qué hacer; salió a la carretera y decidió que al primero que pasara le haría padrino de su hijito. Y el primero que pasó fue Dios Nuestro Señor; él ya conocía los apuros del pobre y le dijo: 



-Hijo mío, me das mucha pena. Quiero ser el padrino de tu último hijito y cuidaré de él para que sea feliz. 


El hombre le preguntó: 

-¿Quién eres? 

-Soy tu Dios. 

-Pues no quiero que seas padrino de mi hijo; no, no quiero que seas el padrino, porque tú das mucho a los ricos y dejas que los pobres pasemos hambre. 

El hombre contestó así al Señor, porque no comprendía con qué sabiduría reparte Dios la riqueza y la pobreza; y el desgraciado se apartó de Dios y siguió su camino. Se encontró luego con el diablo, que le preguntó: 

-¿Qué buscas? Si me escoges para padrino de tu hijo, le daré muchísimo dinero y tendrá todo lo que quiera en este mundo. 

El hombre preguntó: 

-¿Quién eres tú? 

-Soy el demonio. 

-No, no quiero que seas el padrino de mi niño; eres malo y engañas siempre a los hombres. 

Siguió andando y se encontró con la muerte, que estaba flaca y en los huesos; y la muerte le dijo: 

-Quiero ser madrina de tu hijo. 

-¿Quién eres? 

-Soy la muerte, que hace iguales a todos los hombres. 

Y el hombre dijo: 

-Me convienes; tú te llevas a los ricos igual que a los pobres, sin hacer diferencias. Serás la madrina. 

La muerte dijo entonces: 

Yo haré rico y famoso a tu hijo; a mis amigos no les falta nunca nada. 

Y el hombre dijo: 

-El próximo domingo será el bautizo; no dejes de ir a tiempo. 

La muerte vino como había prometido y se hizo madrina. El niñito creció y se hizo un muchacho; y un día, su madrina entró en la casa y dijo que la siguiera. Llevó al chico a un bosque, le enseñó una planta que crecía allí y le dijo: 

-Voy a darte ahora mi regalo de madrina: te haré un médico famoso. Cuando te llamen a visitar un enfermo, me encontrarás siempre al lado de su cama. Si estoy a la cabecera, podrás asegurar que le curarás; le darás esta hierba y se pondrá bueno. Pero si me ves a los pies de la cama, el enfermo me pertenecerá y tú dirás que no tiene remedio y que ningún médico le podrá salvar. No des a ningún enfermo la hierba contra mi voluntad, porque lo pagarías caro. 

Al poco tiempo, el muchacho era ya un médico famoso en todo el mundo; la gente decía: 

-En cuanto ve a un enfermo, puede decir si se curará o no. Es un gran médico. Y le llamaban de muchos países para que fuera a visitar a los enfermos y le daban mucho dinero, así que se hizo rico muy pronto. Ocurrió que el rey se puso malo. Llamaron al médico famoso para que dijera si se podía curar; pero en cuanto se acercó al rey, vio que la Muerte estaba a los pies de la cama. Allí no valían hierbas. Y el médico pensó: 

-¡Si yo pudiera engañar a la Muerte siquiera una vez! Claro que lo tomará a mal, pero como soy su ahijado, puede que haga la vista gorda. Voy a probar. 

Cogió al rey y le dio la vuelta en la cama y le puso con los pies en la almohada y la cabeza a los pies; y así, la Muerte se quedó junto a la cabeza; entonces le dio la hierba y el rey convaleció y recobró la salud. Pero la Muerte fue a casa del médico muy enfadada, le amenazó con el dedo y dijo: 

-¡Me has tomado el pelo! Por una vez, te lo perdono, porque eres mi ahijado; pero como lo vuelvas a hacer, ya verás: te llevaré a ti. 

Y al poco tiempo, la hija del rey se puso muy enferma. Era hija única y su padre estaba tan desesperado que no hacía más que llorar. Mandó decir que al que salvara a su hija le casaría con ella y le haría su heredero. El médico, al entrar en la habitación de la princesa, vio que la Muerte estaba a los pies de la cama. ¡Que el muchacho habría recordado la amenaza de su madrina! Pero la gran belleza de la princesa y la felicidad de casarse con ella le trastornaron tanto que desechó todos los pensamientos. No vio las miradas encolerizadas que le echaba la Muerte, ni cómo le amenazaba con el puño cerrado: cogió en brazos a la princesa y la puso con los pies en la almohada y la cabeza a los pies, le dio la hierba mágica y al poco rato la cara de la princesa se animó y empezó a mejorar. 

Y la Muerte, furiosa porque la habían engañado otra vez, fue a grandes zancadas a casa del médico y le dijo: 

-¡Se acabó! ¡Ahora te llevaré a ti! 

Le agarró con su mano fría, le agarró con tanta fuerza, que el pobre muchacho no se podía soltar y se lo llevó a una cueva muy honda. Y el médico vio en la cueva miles y miles de luces, filas de velas que no se acababan nunca; unas velas eran grandes, otras medianas y otras pequeñas. Y cada momento unas se apagaban y otras se estaban encendiendo otra vez; era como si las lucecitas estuvieran brincando. La Muerte le dijo: 

-Mira, esas velas que ves son las vidas de los hombres. Las grandes son las vidas de los niños; las medianas son las vidas de los cónyuges y las pequeñas las de los ancianos. Pero hay también niños y jóvenes que no tienen más que una velita pequeña. 

-¡Dime cuál es mi luz! -dijo el médico, pensando que era todavía una vela bien grande. Y la Muerte le enseñó un cabito de vela, casi consumido: 

-Ahí la tienes. 

-¡Ay, madrina, madrina mía! ¡Enciéndeme una luz nueva! ¡Por favor, hazlo por mí! ¡Mira que todavía no he disfrutado de la vida, que me van a hacer rey y me voy a casar con la princesa! 

-No puede ser -dijo la Muerte-. No puedo encender una luz mientras no se haya apagado otra. 

-¡Pues enciende una vela nueva con la que se está apagando! -suplicó el médico. La Muerte hizo como si fuera a obedecerle; llevó una vela nueva y larga. Pero como quería vengarse, a sabiendas tiró el cabito de vela al suelo y la lucecita se apagó. Y en el mismo momento, el médico se cayó al suelo y dio ya en manos de la Muerte. 




Resumen:


Un pobre hombre tuvo doce hijos, y su trabajo era suficiente sólo para la alimentación diaria de cada uno de ellos. Cuando nació su hijo decimotercero, el hombre decidió encontrar a un padrino para el niño.


El niño fue a la calle y se encontró con Dios que caminaba y le pidió para ser el padrino de su hijo, prometiendo salud y felicidad. El hombre, rechazó la oferta, diciendo que Dios tolera la pobreza. 



Posteriormente, en la misma calle, el hombre se encontró con el Diablo, que se ofreció para ser el padrino de su hijo, prometiendo oro y todas las alegrías del mundo. El hombre renegó diciendo que él engaña a la humanidad. 



Todavía caminando por la calle, el hombre halló a la Muerte, que propuso hacerse la madrina de su hijo, en razón de que la muerte llega a ricos y pobres sin discriminación. Entonces, la Muerte se hizo madrina de su hijo. 



Cuando el niño creció, la Muerte se le aparece y lo lleva a un bosque, en el que crecen las hierbas curativas especiales. Allí, la Muerte prometió hacerle un médico famoso, después de explicarle que toda vez que él fuese llamado para tratar a una persona que estuviese particularmente mal, la Muerte aparecería al lado de la cama del paciente. Si él aparecía cerca de la cabeza del paciente, el médico debería administrar la hierba curativa, originaria del bosque; al contrario, cuando la Muerte apareciera al pie del paciente, no habría oportunidad de salvarlo y moriría en breve. 



El joven se convirtió en un famoso doctor, como se le había prometido por la muerte y comenzó a acumular riqueza, gracias a su extraordinaria habilidad para predecir si una persona podría vivir o morir. Cuando el rey de todas aquellas tierras quedó enfermo, mandó a llamar al joven médico para tratarlo. 

Cuando el médico llegó a examinar el rey, inmediatamente la Muerte fue a los pies de la cama. El médico sintió lástima por el rey y decidió engañar a la Muerte con un truco. El doctor entonces dio la vuelta al rey en su lecho de muerte quedando al lado de su cabeza. Luego dio al rey la poción de hierbas para tomar. Esto curó al rey y aceleró su recuperación. La Muerte se acercó al doctor, expresando su enojo con trampas y desobedeciendo sus reglas. Pero dado que el doctor era su ahijado, decidió no castigarlo. Entonces la Muerte advirtió al doctor que si le intentaba engañar de nuevo, ella tendría que quitarle la vida al médico. 

Tiempo después, la hija del rey estaba gravemente enferma y su padre envió al joven médico. El rey le ofreció la mano de su hija y la sucesión al trono en caso de que él lograse curar a la princesa; pero cuando el doctor fue a consultar la princesa, vio que la Muerte estaba a sus pies, sin darle oportunidad de esperanza. Encantado por la belleza de la princesa y dominado por la idea de convertirse en su esposo, el doctor, haciendo caso omiso de las advertencias de la Muerte, otra vez, realiza la misma maniobra que había hecho previamente. A continuación aplicó las hierbas curativas. Así la princesa logró recuperarse. 

La Muerte cogió del brazo al médico y lo llevó a una caverna subterránea, donde había miles y miles de velas, todas derritiéndose en diferentes alturas. La Muerte, entonces, explicó a su ahijado que las velas simbolizaban la vida de cada persona y que su longitud muestra cuanto tiempo tiene una persona para vivir. A continuación, le mostró la vela que representaba su vida. Ella era muy corta, un signo de que su vida llegaba su fin. 

El doctor comenzó a suplicarle a la madrina para encender una nueva vela para él y dejarlo vivir una vida feliz como rey y marido de la bella princesa. Fue ahí que la Muerte pareció reconsiderar sus ideas, estando a punto de pasar una llama de una vela para otra. Pero la Muerte finalmente decidió vengarse y derrumba la primera vela, cuya llama se apaga. 

El médico cae al suelo, muerto. 


Cambios que realizar: 

Aunque la historia es bastante extensa e igual podría acortarse un poco para no resultar demasiado pesada.
Por otro lado, la palabra “Diablo” es una palabra o concepto difícil de entender para esta edad que se menciona. Yo hablaría de lo divino, lo malo y la muerte.

Contexto en el que se realizará la narración: 

El tema muerte siempre es un tema más complicado de manejar dentro del aula por el impacto que supone o puede suponer, pero lo ideal sería contar este cuento cuando se pueda observar, detectar o se tenga conocimiento de que en el grupo de iguales o en algún niño en particular haya alguna situación de fallecimiento de algún ser querido, de manera que podamos dar salida a esas emociones o sentimientos relacionados con la muerte, dejando que los propios niños saquen la simbología y puedan expresar con sus propias palabras y sus propias experiencias o vivencias personales.

Preguntas que se plantearán al final:

-       ¿Qué os ha parecido el cuento?
-       ¿Alguien podría explicarme qué es la muerte
-       ¿Vosotros engañaríais por salvar de la muerte a alguien a quien queréis?
-       ¿Creéis que los médicos pueden salvar de la muerte?
-       ¿Alguno quiere hacer alguna pregunta o expresar algo que no hayamos podido hablar o     decir?

Motivos y simbología:

La estructura del cuento sigue tal cual la estructura clásica de un cuento folclórico ya que responde a una estructuración interna con un planteamiento, nudo y desenlace, en el cual aparece un inicio, con la elección de la Muerte como madrina quien le promete ser un gran médico a cambio de obedecerla conforme a quien va a morir y quien no, para pasar a una serie de acciones o decisiones que el personaje, en este caso el ahijado médico tiene tomar, donde la mentira y el engaño de éste termina con un desenlace, en este caso, no feliz, ya que muere a consecuencia de haber desobedecido hasta a su Madrina, La Muerte. 

El motivo principal habla del reino de los muertos, donde el héroe tiene que hacer frente al castigo que se le impone, por haber desobedecido. 

En este cuento el papel femenino aparece en última instancia como la hija del Rey, gravemente enferma, la gran belleza de la princesa y la pretensión de salvarla para después casarse con ella, le hizo mentir nuevamente dominado por la idea de convertirse en su esposo. En este caso, el motivo del amor, es el que le hace moverse y tomar la decisión de engañar a la Muerte y que en este caso, la consecuencia es un grave castigo por su acción, que le cuesta su propia muerte. Siento en este caso, un final no feliz. 

Los niños, son perfectamente capaces de establecer significados simbólicos y tenemos que potenciar esa reflexión y no dar respuestas anticipadas, por lo que no se debe explicar los cuentos a los niños, no moralizarlos, sino dejar que sean ellos los que decidan, en cada momento de su vida, lo que un texto les está transmitiendo. 


CUENTO: “Historia de uno que hizo un viaje para saber lo que era miedo”- Hermanos Grimm 





Justificación de la elección del cuento: 

He elegido este cuento porque habla del miedo, siendo los miedos en general y cualquiera de sus modalidades en la etapa infantil un fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas y tiempos, siendo evolutivos y “normales” a cierta edad, cambiando el objeto temido a medida que el niño crece y su sistema psicobiológico va madurando.

Justificación de la elección de la edad: 

Este cuento lo he seleccionado para niños de 6 años, dado que según su proceso evolutivo, en esta edad, se inicia una evolución de los miedos infantiles. Se mantienen los de la etapa anterior (extraños, ruidos, etc…) pero van incrementándose los posibles estímulos potencialmente capaces de generar miedo. Ello va en paralelo al desarrollo cognitivo del niño. Ahora pueden entrar en escena los estímulos imaginarios, los monstruos, la oscuridad, los fantasmas.  La mayoría de los miedos a los animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden perdurar hasta la edad adulta. 


Un labrador tenía dos hijos, el mayor de los cuales era muy listo y entendido y sabía muy bien a qué atenerse en todo, pero el menor era tonto y no entendía ni aprendía nada y cuando le veían las gentes decían:
-Trabajo tiene su padre con él. Cuando había algo que hacer, tenía siempre que mandárselo al mayor, pero si su padre le mandaba algo siendo de noche, o le enviaba al oscurecer cerca del cementerio, o siendo ya oscuro al camino o cualquier otro lugar sombrío, le contestaba siempre:
-¡Oh!, no, padre, yo no voy allí: ¡tengo miedo! Pues era muy miedoso. Si por la noche referían algún cuento alrededor de la lumbre, en particular si era de espectros y fantasmas, decían todos los que le oían:
-¡Qué miedo!
Pero el menor, que estaba en un rincón escuchándolos no podía comprender lo que querían decir:
-Siempre dicen ¡miedo, miedo!, yo no sé lo que es miedo: ese debe ser algún oficio del que no entiendo una palabra.
Mas un día le dijo su padre:
-Oye tú, el que está en el rincón: ya eres hombre y tienes fuerzas suficientes para aprender algo con que ganarte la vida. Bien, ves cuánto trabaja tu hermano, pero tú no haces más que perder el tiempo.
-¡Ay padre!, -le contestó-, yo aprendería algo de buena gana y sobre todo quisiera aprender lo que es miedo, pues de lo contrario no quiero saber nada.
Su hermano mayor se echó a reír al oírle y dijo para sí:
-¡Dios mío, qué tonto es mi hermano!, nunca llegará a ganarse el sustento.
Su padre suspiró y le contestó:
-Ya sabrás lo que es miedo: mas no por eso te ganarás la vida.
Poco después fue el sacristán de visita y le refirió el padre lo que pasaba, diciéndole cómo su hijo menor se daba tan mala maña para todo y que no sabía ni aprendía nada.
-¿Podréis creer que cuando le he preguntado si quería aprender algo para ganarse su vida, me contestó que solo quería saber lo que es miedo?
-Si no es más que eso, -le respondió el sacristán-, yo se lo enseñaré: enviádmele a mi casa y no tardará en saberlo.
El padre se alegró mucho, pues pensó entre sí:
-Ahora quedará un poco menos orgulloso.
El sacristán se lo llevó a su casa para enviarle a tocar las campanas. A los dos días le despertó a media noche, le mandó levantarse, subir al campanario y tocar las campanas.
-Ahora sabrás lo que es miedo, -dijo para sí.
Salió tras él y cuando el joven estaba en lo alto del campanario e iba a coger la cuerda de la campana, se puso en medio de la escalera, frente a la puerta, envuelto en una sábana blanca.
-¿Quién está ahí?, -preguntó el joven.
Pero el fantasma no contestó ni se movió.
-Responde o te hago volver por donde has venido, tú no tienes nada que hacer aquí a estas horas de la noche. Pero el sacristán continuó inmóvil, para que el joven creyese que era un espectro. El joven le preguntó por segunda vez:
-¿Quién eres?, habla, si eres un hombre honrado o si no te hago rodar por la escalera abajo.
El sacristán creyó que no haría lo que decía y estuvo sin respirar como si fuese de piedra. Entonces le preguntó el joven por tercera vez y como estaba ya incómodo, dio un salto y echó a rodar al espectro por la escalera, de modo que rodó diez escalones y fue a parar a un rincón. En seguida tocó las campanas y se fue a su casa, se acostó sin decir una palabra y se durmió. La mujer del sacristán esperó un largo rato a su marido; pero no volvía. Llena entonces de recelo, llamó al joven y le preguntó:
-¿No sabes dónde se ha quedado mi marido?, ha subido a la torre detrás de ti.
No, -contestó el joven-, pero allí había uno en la escalera frente a la puerta y como no ha querido decirme palabra ni marcharse, he creído que iba a burlarse de mí y le he tirado por la escalera abajo. Id allí y veréis si es él, pues lo sentiría.
La mujer fue corriendo y halló a su marido que estaba en un rincón y se quejaba porque tenía una pierna rota.
Se lo llevó en seguida a su casa y fue corriendo a la del padre del joven.
-Vuestro hijo, -exclamó-, me ha causado una desgracia muy grande, ha tirado a mi marido por las escaleras y le ha roto una pierna; ese es el pago que nos ha dado el bribón.
Su padre se asustó, fue corriendo y llamó al joven.
-¿Qué mal pensamiento te ha dado para hacer esa picardía?
-Padre, -le contestó-, escuchadme, pues soy inocente. Era de noche y estaba allí como un alma del otro mundo. Ignoraba quién era y le he mandado tres veces hablar o marcharse.
-¡Ay!, -replicó su padre- solo me ocasionas disgustos: vete de mi presencia, no quiero volverte a ver más.
-Bien, padre con mucho gusto, pero esperad a que sea de día, yo iré y sabré lo que es miedo, así aprenderé un oficio con que poderme mantener.
-Aprende lo que quieras, -le dijo su padre-, todo me es indiferente.
Ahí tienes cinco duros para que no te falte por ahora que comer, márchate y no digas a nadie de dónde eres, ni quién es tu padre, para que no tenga que avergonzarme de ti.
-Bien, padre, haré lo que queréis, no tengáis cuidado por mí. Como era ya de día se quedó el joven con sus cinco duros en el bolsillo y echó a andar por el camino real, diciendo constantemente:
-¿Quién me enseña lo que es miedo? ¿Quién me enseña lo que es miedo? Entonces encontró un hombre que oyó las palabras que decía el joven para sí y cuando se hubieron alejado un poco hacia un sitio donde se veía una horca, le dijo:
-Mira, allí hay siete pobres a los que por sus muchos pecados han echado de la tierra y no quieren residir en el cielo; por eso ves que están aprendiendo a volar; ponte debajo de ellos, espera a que sea de noche y sabrás lo que es miedo.
-Si no es más que eso, -dijo el joven-, lo haré con facilidad; pero no dejes de enseñarme lo que es miedo y te daré mis cinco duros; vuelve a verme por la mañana temprano.
Entonces fue el joven a donde estaba la horca, se puso debajo y esperó a que fuera de noche y como tenía frío encendió lumbre; pero a media noche era el aire tan frío que no le servía de nada la lumbre; y como el aire hacía moverse a los cadáveres y chocar entre sí, creyó que teniendo frío, él que estaba al lado del fuego, mucho más debían tener los que estaban más lejos, por lo que procuraban reunirse para calentarse y como era muy compasivo, cogió la escalera, subió y los descolgó uno tras otro hasta que bajó a los siete. En seguida puso más leña en el fuego, sopló y los colocó alrededor para que se pudiesen calentar. Pero como no se movían y la lumbre no hacía ningún efecto en sus cuerpos, les dijo:
-Mirad lo que hacéis, porque si no vuelvo a colgaros. Pero los muertos no le oían, callaban y continuaban sin hacer movimiento alguno. Incómodo, les dijo entonces:
-Ya que no queréis hacerme caso después que me he propuesto ayudaros, no quiero que os calentéis más. Y los volvió a colgar uno tras otro. Entonces se echó al lado del fuego y se durmió, a la mañana siguiente cuando vino el hombre, quería que le diese los cinco duros; pues le dijo:
-¿Ahora ya sabrás lo que es miedo?
-No, -respondió-, ¿por qué lo he de saber? Los que están ahí arriba tienen la boca bien cerrada y son tan tontos, que no quieren ni calentarse. Entonces vio el hombre que no estaba el dinero para él y se marchó diciendo:
-Con este no me ha ido muy bien. El joven continuó su camino y comenzó otra vez a decir:
-¿Quién me enseñará lo que es miedo?, ¿quién me enseñará lo que es miedo? Oyéndolo un carretero que iba tras él, le preguntó:
-¿Quién eres?
-No lo sé, -le contestó el joven.
-¿De dónde eres?, -continuó preguntándole el carretero.
-No lo sé.
-¿Quién es tu padre?
-No puedo decirlo.
-¿En qué vas pensando?
-¡Ah!, -respondió el joven- quisiera encontrar quien me enseñase lo que es miedo, pero nadie quiere enseñármelo.
-No digas tonterías, -replicó el carretero-, ven conmigo, ven conmigo y veré si puedo conseguirlo.
El joven continuó caminando con el carretero y por la noche llegaron a una posada, donde determinaron quedarse. Pero apenas llegó a la puerta, comenzó a decir en voz alta:
-¿Quién me enseña lo que es miedo?, ¿quién me enseña lo que es miedo?
El posadero al oírle se echó a reír diciendo:
-Si quieres saberlo; aquí se te presentará una buena ocasión.
-Calla, -le dijo la posadera-, muchos temerarios han perdido ya la vida y sería una lástima que esos hermosos ojos no volvieran a ver la luz más.
Pero el joven le contestó:
-Aunque me sucediera otra cosa peor, quisiera saberlo, pues ese es el motivo de mi viaje. No dejó descansar a nadie en la posada hasta que le dijeron que no lejos de allí había un castillo arruinado, donde podría saber lo que era miedo con solo pasar en él tres noches. El rey había ofrecido por mujer a su hija, que era la doncella más hermosa que había visto el sol, al que quisiese hacer la prueba. En el castillo había grandes tesoros ocultos que estaban guardados por los malos espíritus, los cuales se descubrían entonces y eran suficientes para hacer rico a un pobre.
A la mañana siguiente se presentó el joven al rey, diciéndole que si se lo permitía pasaría tres noches en el castillo arruinado.
El rey le miró y como le agradase, le dijo: -Puedes llevar contigo tres cosas, con tal que no tengan vida, para quedarte en el castillo.
El joven le contestó:
-Pues bien, concededme llevar leña para hacer lumbre, un torno y un tajo con su cuchilla. El rey le dio todo lo que había pedido. En cuanto fue de noche entró el joven en el castillo, encendió en una sala un hermoso fuego, puso al lado el tajo con el cuchillo y se sentó en el torno.
-¡Ah!, ¡si me enseñaran lo que es miedo!, -dijo-; pero aquí tampoco lo aprenderé. Hacia media noche se puso a atizar el fuego y cuando estaba soplando oyó de repente decir en un rincón: -¡Miau!, ¡miau!, ¡qué frío tenemos! -Locos, -exclamó-, ¿por qué gritáis?, si tenéis frío, venid, sentaos a la lumbre y calentaos.
Y apenas hubo dicho esto, vio dos hermosos gatos negros que se pusieron a su lado y le miraban con sus ojos de fuego; al poco rato, en cuanto se hubieron calentado, dijeron:
-Camarada, ¿quieres jugar con nosotros a las cartas?
 -¿Por qué no?, -les contestó-; pero enseñadme primero las patas.
-Entonces extendieron sus manos.
-¡Ah!, -les dijo- ¡qué uñas tan largas tenéis!, aguardad a que os las corte primero. Entonces los cogió por los pies, los puso en el tajo y los aseguró bien por las patas.
-Ya os he visto las uñas, -les dijo-, ahora no tengo ganas de jugar. Los mató y los tiró al agua. Pero al poco de haberlos tirado, iba a sentarse a la lumbre, cuando salieron de todos los rincones y rendijas una multitud de gatos y perros negros con cadenas de fuego; eran tantos en número que no se podían contar; gritaban horriblemente, rodeaban la lumbre, tiraban de él y le querían arañar. Los miró un rato con la mayor tranquilidad y así que se incomodó cogió su cuchillo, exclamando:
-Marchaos, canalla. Y se dirigió hacia ellos. Una parte escapó y a la otra la mató y la echó al estanque. En cuanto concluyó su tarea se puso a soplar la lumbre y volvió a calentarse. Y apenas estuvo sentado, comenzaron a cerrársele los ojos y tuvo ganas de dormir. Miró a su alrededor y vio en un rincón una hermosa cama.
-Me viene muy bien, -dijo. Y se echó en ella. Pero cuando iban a cerrársele los ojos, comenzó a andar la cama por sí misma y a dar vueltas alrededor del cuarto.
-Tanto mejor, -dijo-, tanto mejor. Y la cama continuó corriendo por los suelos y escaleras como si tiraran de ella seis caballos. Mas de repente cayó, quedándose él debajo y sintiendo un peso como si tuviera una montaña encima, pero levantó las colchas y almohadas y se puso en pie diciendo:
-No tengo ganas de andar. Se sentó junto al fuego y se durmió hasta el otro día. El rey vino a la mañana siguiente y como le vio caído en el suelo creyó que los espectros habían dado fin con él y que estaba muerto. Entonces dijo:
-¡Qué lastima de hombre!, ¡tan buen mozo! El joven al oírle, se levantó y le contestó:
-Aún no hay por qué tenerme lástima. El rey, admirado, le preguntó cómo le había ido.
-Muy bien, -le respondió-, ya ha pasado una noche, las otras dos vendrán y pasarán también. Cuando volvió a la casa le miró asombrado el posadero: -Temía, -dijo-, no volverte a ver vivo; ¿sabes ya lo que es miedo?
-No, -contestó-, todo es inútil, si no hay alguien que quiera enseñármelo. A la segunda noche fue de nuevo al castillo, se sentó a la lumbre y comenzó su vieja canción:
-¿Quién me enseña lo que es miedo? A la media noche comenzaron a oírse ruidos y golpes, primero débiles, después más fuertes y por último cayó por la chimenea con mucho ruido la mitad de un hombre, quedándose delante de él.
-Hola, -exclamó-, todavía falta el otro medio, esto es muy poco. Entonces comenzó el ruido de nuevo: parecía que tronaba y se venía el castillo abajo y cayó la otra mitad. -Espera, -le dijo-, encenderé un poco el fuego. Apenas hubo concluido y miró a su alrededor, vio que se habían unido las dos partes y que un hombre muy horrible se había sentado en su puesto.
-Nosotros no hemos apostado, -dijo el joven-, el banco es mío. El hombre no le quiso dejar sentar, pero el joven le levantó con todas sus fuerzas y se puso de nuevo en su lugar. Entonces cayeron otros hombres uno después de otro, que cogieron nueve huesos y dos calaveras y se pusieron a jugar a los bolos. El joven, alegrándose, les dijo:
-¿Puedo ser de la partida?
-Sí, si tienes dinero.
-Y bastante, -les contestó-, pero vuestras bolas no son bien redondas. Entonces cogió una calavera, la puso en el torno y la redondeó.
-Así están mejor, -les dijo-; ahora vamos. Jugó con ellos y perdió algún dinero; mas en cuanto dieron las doce todo desapareció de sus ojos. Se echó y durmió con la mayor tranquilidad. A la mañana siguiente fue el rey a informarse.
-¿Cómo lo has pasado?, -le preguntó.
-He jugado y perdido un par de pesetas, -le contestó.
-¿No has tenido miedo?
-Por el contrario, me he divertido mucho. ¡Ojalá supiera lo que es miedo! A la tercera noche se sentó de nuevo en su banco y dijo incómodo:
-¿Cuándo sabré lo que es miedo?
En cuanto comenzó a hacerse tarde se le presentaron seis hombres muy altos que traían una caja de muerto.
-¡Ay!, -les dijo- este es de seguro mi primo, que ha muerto hace un par de días. Hizo señal con la mano y dijo:
-Ven, primito, ven. Pusieron el ataúd en el suelo, se acercó a él y levantó la tapa; había un cadáver dentro. Le tocó la cara, pero estaba fría como el hielo.
-Espera, -dijo- te calentaré un poco. Fue al fuego, calentó su mano y se la puso en el rostro, pero el muerto permaneció frío. Entonces le cogió en brazos, le llevó a la lumbre y le puso encima de sí y le frotó los brazos para que la sangre se le pusiese de nuevo en movimiento. Como no conseguía nada, se le ocurrió de pronto:
-Si me meto con él en la cama, se calentará. Se llevó al muerto a la cama, le tapó y se echó a un lado. Al poco tiempo estaba el muerto caliente y comenzó a moverse. Entonces, dijo el joven:
-Mira, hermanito, ya te he calentado. Pero el muerto se levantó diciendo:
-Ahora quiero estrangularte.
-¡Hola!, -le contestó-, ¿son esas las gracias que me das? ¡Pronto volverás a tu caja! Le cogió, le metió dentro de ella y cerró; entonces volvieron los seis hombres y se lo llevaron de allí.
-No me asustarán, -dijo-; aquí no aprendo yo a ganarme la vida. Entonces entró un hombre que era más alto que los otros y tenía un aspecto horrible, pero era viejo y tenía una larga barba blanca. -¡Ah, malvado, pronto sabrás lo que es miedo, pues vas a morir!
-No tan pronto, -contestó el joven.
-Yo te quiero matar, -dijo el hechicero.
-Poco a poco, eso no se hace tan fácilmente, yo soy tan fuerte como tú y mucho más todavía.
-Eso lo veremos, -dijo el anciano-; ven, probaremos. Entonces le condujo a un corredor muy oscuro, junto a una fragua, cogió un hacha y dio en un yunque, que metió de un golpe en la tierra.
-Eso lo hago yo mucho mejor -dijo el joven. Y se dirigió a otro yunque; el anciano se puso a su lado para verle y su barba tocaba en la bigornia. Entonces cogió el joven el hacha, abrió el yunque de un golpe y clavó dentro la barba del anciano.
-Ya eres mío, -le dijo-, ahora morirás tú. Entonces cogió una barra de hierro y comenzó a pegar con ella al anciano hasta que comenzó a quejarse y le ofreció, si le dejaba libre, darle grandes riquezas. El joven soltó el hacha y le dejó en libertad. El anciano le condujo de nuevo al castillo y le enseñó tres cofres llenos de oro, que había en una cueva.
-Una parte es de los pobres, la otra del rey y la tercera tuya. Entonces dieron las doce y desapareció el espíritu, quedando el joven en la oscuridad.
-Yo me las arreglaré -dijo. Empezó a andar a tientas, encontró el camino del cuarto y durmió allí junto a la lumbre. A la mañana siguiente volvió el rey y le dijo:
-Ahora ya sabrás lo que es miedo.
-No, -le contestó-, no lo sé; aquí ha estado mi primo muerto y un hombre barbudo que me ha enseñado mucho dinero, pero no ha podido enseñarme lo que es miedo. Entonces le dijo el rey:
-Tú has desencantado el castillo y te casarás con mi hija.
-Todo eso está bien, -le contestó-; pero sin embargo, aún no sé lo que es miedo. Entonces sacaron todo el oro de allí y celebraron las bodas, pero el joven rey, aunque amaba mucho a su esposa y estaba muy contento, no dejaba de decir:
-¿Quién me enseñará lo que es miedo?, ¿quién me enseñará, etc.? Esto disgustó al fin a su esposa y dijo a sus doncellas:
 -Voy a procurar enseñarle lo que es miedo. Fue al arroyo que corría por el jardín y mandó traer un cubo entero lleno de peces. Por la noche cuando dormía el joven rey, levantó su esposa la ropa y puso el cubo lleno de agua encima de él, de manera que los peces al saltar, dejaban caer algunas gotas de agua. Entonces despertó diciendo.
-¡Ah!, ¿quién me asusta?, ¿quién me asusta, querida esposa? Ahora sé ya lo que es miedo


Resumen:


Un padre tenía dos hijos. El más joven, cuando su padre le preguntó a qué quería dedicarse, dijo que le gustaría aprender a tener miedo. Un sacristán le dijo al padre que él podía enseñarle al muchacho. Después de enseñarle a tocar la campana de la iglesia, le envió una medianoche para que la sonara y que llegó después de él, vestido como un fantasma. El muchacho exigió una explicación. Cuando el sacristán no respondió, el muchacho, sin miedo, lo empujó por las escaleras, lo que le fracturó una pierna. 



Su padre horrorizado lo echó de la casa, por lo que el muchacho se dispuso a aprender lo que es miedo por su cuenta. Se quejaba cada vez que podía, "¡Si tan sólo pudiera temblar!" Un hombre le aconsejó que pasara la noche debajo de la horca, donde siete ahorcados aún estaban colgando. Así lo hizo, e hizo un fuego por la noche. Cuando los cuerpos colgados se sacudieron al viento, pensó que debían de estar fríos. Él los bajó y se sentó cerca de su fuego, pero ningún cuerpo se movió. El niño, molesto por su "ingratitud", los colgó de nuevo en la horca. 



Después del incidente en la horca, empezó a viajar con un carretero. Cuando una noche llegaron a una posada, el posadero le dijo que si quería saber lo que es el miedo, debía visitar el castillo embrujado que había cerca de allí. Si podía permanecer allí durante tres noches seguidas, él podría aprender lo que es el miedo, así como ganar a la hija del rey y todos los ricos tesoros del castillo. Muchos hombres lo habían intentado, pero ninguno había tenido éxito. 



El muchacho aceptó el reto y se presentó al rey. El rey estuvo de acuerdo y le dijo que él podía llevar consigo tres cosas no vivas al castillo. El niño pidió un fuego, un torno, y una tabla de cortar con un cuchillo. 



La primera noche, ya que el niño se sentó en su habitación, dos voces de la esquina de la habitación se quejaron del frío. El muchacho, sin miedo, afirmó que los dueños de las voces no eran estúpidos para calentarse con el fuego. De repente, dos gatos negros saltaron de la esquina, y al ver al chico tranquilo, propusieron un juego de cartas. El muchacho engañó a los gatos y los atrapó con la tabla de cortar y el cuchillo. Gatos y perros negros surgieron de cada parche de oscuridad en la habitación, y el chico se enfrentó y mató a cada uno de ellos con su cuchillo. Entonces, desde la oscuridad, apareció una cama. Se tumbó sobre ella con la intención de dormir, pero esta comenzó a correr por todo el castillo. Aún sin miedo, el niño le instó a ir más rápido. La cama se volcó sobre él, pero el niño, imperturbable, simplemente se arrojó a un lado de la cama y se durmió al lado del fuego hasta la mañana siguiente. 



A medida que el niño se preparó para su segunda noche en el castillo, la mitad de un hombre cayó por la chimenea. El muchacho, de nuevo sin miedo, gritó por la chimenea que era necesaria la otra mitad. La otra mitad, al oír al niño, se cayó de la chimenea y se reunió con el resto. Más hombres siguieron con cráneos humanos y piernas de hombres muertos con los que jugaron a los bolos. El muchacho divertido, da forma a los cráneos para hacerlos mejores bolas con su torno y se unió a los hombres hasta la medianoche, cuando se desvanecieron en el aire. 

En su tercera y última noche en el castillo, el niño escuchó un ruido extraño. Seis hombres entraron en su habitación, llevando un ataúd. El muchacho, sin miedo, pero angustiado, cree que el cuerpo es su propio primo muerto. Cuando trató de calentar el cuerpo volvió a la vida, y, confusamente, amenazó con estrangularlo. El muchacho, enojado con su ingratitud, cerró el ataúd en la parte superior del hombre nuevo. Un anciano, atraído por el ruido, vino a ver al niño. Camino con él, presumiendo que él podría golpear un yunque directamente al suelo. El anciano lo llevó al sótano y, mientras que muestra al niño su truco, el muchacho clavó la barba al viejo yunque y lo atrapó en ella, y luego procedió a golpear al hombre con una barra de hierro. El hombre, desesperado por piedad, mostró al niño todos los tesoros del castillo. 

A la mañana siguiente, el rey le dijo al chico que él podría tener a su preciosa hija. El muchacho estuvo de acuerdo, aunque molesto de que todavía no había aprendido lo que es el miedo. 

Después de su boda, las quejas continuas del chico cansaron a su esposa. Entonces mandó a traer un cubo de agua corriente con gobios. Le echó el agua helada a su marido mientras dormía. Como se despertó, temblando, exclamó que ya sabía lo que era el miedo. 


Cambios que realizar: 

La historia es bastante extensa e igual podría acortarse un poco para no resultar demasiado pesada. Pese a su extensión, el cuento refleja el miedo, una emoción que hace estar alerta a través de situaciones que en los niños causarían mucho miedo y que en el cuento están contadas y son afrontadas  de manera divertida, lo cual hace que la historia tenga mayor enganche, restando importancia a la extensión del texto.
Por otro lado, cambiaría los adjetivos referidos a los dos hijos, a quien al mayor define como “listo” y al pequeño como “tonto”, adjetivos poco acertados y que en su lugar utilizaría como el hijo mayor que sabe más de la vida y ayuda a su padre en el trabajo y el hijo pequeño, más inocente que necesita aprender más cosas sobre la vida.

Contexto en el que se realizará la narración: 

El miedo es una de las emociones más frecuentes y que más angustia crea en la etapa de infantil, por tanto, este cuento, sería idóneo utilizarlo en cualquier momento de manera que sea un recurso de gran utilidad para el desarrollo de una personalidad más segura, siendo el miedo un tema importante en la literatura infantil, siendo ellos quienes saquen la simbología del mundo afectivo del receptor en función de su momento evolutivo y el momento de su vida.

Preguntas que se plantearán al final:

-       ¿Qué es lo que más os ha gustado del cuento?
-       ¿Alguien podría explicarme qué es el miedo?
-       ¿Alguna vez habéis tenido miedo? ¿A qué?
-       ¿Qué hacéis cuando algo os da miedo?
-       ¿A vosotros os habría dado miedo alguna de estas situaciones?
-       ¿Cuál es la situación que más miedo os habría dado?
-       ¿Qué habéis aprendido con el cuento?

Motivos y simbología:

Se trata de un cuento folcrórico ya que responde a una estructuración interna con un planteamiento, nudo y desenlace, cuya acción fundamental y el motivo de sus acciones es el descubrimiento de lo que es el miedo, motivo principal por el que el protagonista, en este caso el hermano más pequeño, considerado “tonto” emprende una búsqueda lo que supone una mejora personal y que finaliza con el final más común de estos relatos, el matrimonio, el cual simboliza el haber superado todas las pruebas y en este caso, es ella, quien le hace descubrir el verdadero miedo, y alcanzar así la vida adulta.


CUENTO: El enano saltarín “Rumpelstilskin”- Hermanos Grimm







Justificación de la elección del cuento: 

He elegido este cuento porque el título me llamó mucho la atención ya no sólo porque no te imaginas de que puede ir el cuento sino también por la dificultad de pronunciarlo, lo cual me hizo querer leer su historia, la cual me resultó súper divertida, de fácil lectura y que sin duda era una historia que da mucho juego para poder contarla en cualquier edad o etapa de infantil así como en cualquier momento, siendo un cuento de gran accesibilidad y uso en el aula.

Justificación de la elección de la edad: 

Aunque como bien he dicho anteriormente, esta historia puede ser contada en cualquier edad o etapa de infantil,  este cuento lo utilizaría con niños de 5 años, ya que es un cuento no muy extenso y divertido, lo cual hace que los niños puedan seguir su historia sin que pierdan el hilo o se aburran, siendo capaces a esta edad de entender argumentos de cuentos sencillos.
Es a lo largo de esta etapa, en la que los niños empiezan a hacer sus primeros intentos por escribir su nombre, siendo algo importante, ya que representa la identidad de la persona. Este hecho, le hace empezar a interesarse más por la escritura, sobre todo por escribir sus nombres y los nombres de amigos y hermanos. Así mismo, les divierte mucho los chistes, las adivinanzas y los juegos de palabras, lo cual es interesante trabajar este cuento, ya que en él se emplean nombres de personas a través de un juego divertido por adivinar el nombre, utilizando para ello, nombres tan dispares e inimaginables que en los niños además de causar mucha risa puede dar pie a que los niños aprendan a leer y escribir a través de un juego divertido con nombres que ellos mismos se les ocurra.
En relación al desarrollo cognitivo, a estas edades empiezan a trabajar el tema de la mentira. Además poseen la función simbólica, representación mental de la realidad a través de símbolos, con lo que añaden la posibilidad de transformar mentalmente la realidad que les rodea y comunicar esa “transformación” a sus iguales y adultos, con lo que el deseo de cumplir con lo que les piden o las expectativas que se centran sobre ellos, les hace que puedan mentir.

Había una vez un pobre molinero que tenía una bellísima hija. Y sucedió que en cierta ocasión se encontró con el rey, y como le gustaba darse importancia sin medir las consecuencias de sus mentiras, le dijo:
-Mi hija es tan hábil y sabe hilar tan bien, que convierte la hierba seca en oro.
-Eso es admirable, es un arte que me agrada -dijo el rey-. Si realmente tu hija puede hacer lo que dices, llévala mañana a palacio y la pondremos a prueba.
Y en cuanto llegó la muchacha ante la presencia del rey, éste la condujo a una habitación que estaba llena de hierba seca, le entregó una rueca y un carrete y le dijo:
-Ahora ponte a trabajar y si mañana temprano toda esta hierba seca no ha sido convertida en oro, morirás.
Y dichas estas palabras, cerró él mismo la puerta y la dejó sola. Allí quedó sentada la pobre hija del molinero y aunque se le iba en ello la vida, no se le ocurría cómo hilar la hierba seca para convertirla en oro. Cuanto más tiempo pasaba, más miedo tenía y por fin no pudo más y se echó a llorar.
De repente, se abrió la puerta y entró un hombrecito.
-¡Buenas tardes, señorita molinera! -le dijo-. ¿Por qué está llorando?
-¡Ay de mí! -respondió la muchacha-. Tengo que hilar toda esta hierba seca de modo que se convierta en oro y no sé cómo hacerlo.
-¿Qué me darás -dijo el hombrecito- si lo hago por ti?
-Mi collar -dijo la muchacha.
El hombrecito tomó el collar, se sentó frente a la rueca y... ¡zas, zas, zas!, dio varias vueltas a la rueda y se llenó el carrete. Enseguida tomó otro y... ¡zas, zas, zas! con varias vueltas estuvo el segundo lleno. Y así continuó sin parar hasta la mañana, en que toda la hierba seca quedó hilada y todos los carreteles llenos de oro.
Al amanecer se presentó el rey. Y cuando vio todo aquel oro sintió un gran asombro y se alegró muchísimo: pero su corazón rebosó de codicia. Hizo que llevasen a la hija del molinero a una habitación mucho mayor que la primera y también atestada de hierba seca y le ordenó que la hilase en una noche si en algo estimaba su vida. La muchacha no sabía cómo arreglárselas, y ya se había echado a llorar, cuando se abrió la puerta y apareció el hombrecito.
-¿Qué me darás -preguntó- si te convierto la hierba seca en oro?
-Mi sortija -contestó la muchacha. El hombrecito tomó la sortija, volvió a sentarse a la rueca y al llegar la madrugada, toda la hierba seca estaba convertida en reluciente oro.
Se alegró el rey a más no poder cuando lo vio, pero aún no tenía bastante; y mandó que llevasen a la hija del molinero a una habitación mucho mayor que las anteriores y también atestada de hierba seca.
-Hilarás todo esto durante la noche -le dijo- y si logras hacerlo, serás mi esposa. Tan pronto quedó sola, apareció el hombrecito por tercera vez y le dijo:
-¿Qué me darás si nuevamente esta noche te convierto la hierba seca en oro?
-No me queda nada para darte -contestó la muchacha.
-Prométeme entonces -dijo el hombrecito- que si llegas a ser reina, me entregarás tu primer hijo.
La muchacha dudó un momento. « ¿Quién sabe si llegaré a tener un hijo algún día, y esta noche debo hilar este heno seco? » se dijo. Y no sabiendo cómo salir del paso, prometió al hombrecito lo que quería y éste convirtió una vez más la hierba seca en oro.
Cuando el rey llegó por la mañana y lo encontró todo tal como lo había deseado, se casó enseguida con la muchacha y así fue como se convirtió en reina la linda hija del molinero.
Un año más tarde le nació un hermoso niño, sin que se hubiera acordado más del hombrecito. Pero de repente, lo vio entrar en su cámara:
-Vine a buscar lo que me prometiste -dijo.
La reina se quedó horrorizada y le ofreció cuantas riquezas había en el reino con tal de que le dejara al niño. Pero el hombrecito dijo:
-No. Una criatura viviente es más preciosa para mí que los mayores tesoros de este mundo.
Comenzó entonces la reina a llorar, a rogarle y a lamentarse de tal modo que el hombrecito se compadeció de ella.
-Te daré tres días de plazo -le dijo-. Si en ese tiempo consigues adivinar mi nombre te quedarás con el niño.
La reina se pasó la noche tratando de recordar todos los nombres que oyera en su vida y como le parecieron pocos envió un mensajero a recoger, de un extremo a otro del país, los demás nombres que hubiese. Cuando el hombrecito llegó al día siguiente, empezó por Gaspar, Melchor y Baltasar, y fue luego recitando uno tras otro los nombres que sabía; pero el hombrecito repetía invariablemente:
-¡No! Así no me llamo yo.
Al segundo día la reina mandó averiguar los nombres de las personas que vivían en los alrededores del palacio y repitió al hombrecito los más curiosos y poco comunes.
-¿Te llamarás Arbilino, o Patizueco, o quizá Trinoboba?
Pero él contestaba invariablemente:
-¡No! Así no me llamo yo.
Al tercer día regresó el mensajero de la reina y le dijo:
-No he podido encontrar un sólo nombre nuevo; pero al subir a una altísima montaña, más allá de lo más profundo del bosque, allá donde el zorro y la liebre se dan las buenas noches, vi una casita diminuta. Delante de la puerta ardía una hoguera y alrededor de ella un hombrecito ridículo brincaba sobre una sola pierna y cantaba:
Hoy tomo vino y mañana cerveza,
después al niño sin falta traerán.
Nunca, se rompan o no la cabeza,
el nombre Rumpelstilskin adivinarán.
¡Imagínense lo contenta que se puso la reina cuando oyó este nombre!
Poco después entró el hombrecito y dijo:
-Y bien, señora reina, ¿cómo me llamo yo?
-¿Te llamarás Conrado? -empezó ella.
-¡No! Así no me llamo yo
-¿Y Enrique?
-¡No! ¡Así no me llamo yo! -replicó el hombrecito con expresión triunfante.
Sonrió la reina y le dijo:
-Pues... ¿quizás te llamas...Rumpelstilskin?
-¡Te lo dijo una bruja! ¡Te lo dijo una bruja! -gritó el hombrecito y furioso dio en el suelo una patada tan fuerte, que se hundió hasta la cintura. Luego, sujetándose al otro pie con ambas manos, tiró y tiró hasta que pudo salir; y entonces, sin dejar de protestar, se marchó corriendo y saltando sobre una sola pierna, mientras en palacio todos se reían de él por haber pasado en vano tantos trabajos.



Resumen:



Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por sus dominios, que incluían una pequeña aldea en la que vivía un molinero junto con su bella hija. Al interesarse el rey por ella, el molinero mintió para darse importancia: "Además de bonita, es capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca." El rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, no lo dudó un instante y la llevó con él a palacio. 

Una vez en el castillo, el rey ordenó que condujesen a la hija del molinero a una habitación repleta de paja, donde había también una rueca: "Tienes hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la verdad y convertir esta paja en oro. De lo

Contrario serás desterrada.”

La pobre niña lloró desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario enano que le ofreció hilar la paja en oro a cambio de su collar. La hija del molinero le entregó la joya y... zis-zas, zis-zas, el enano hilaba la paja que se iba convirtiendo en oro en las canillas, hasta que no quedó ni una brizna de paja y la habitación refulgía por el oro. 

Cuando el rey vio la proeza, guiado por la avaricia, espetó: "Veremos si puedes hacer lo mismo en esta habitación." Y le señaló una estancia más grande y más repleta de paja que la del día anterior. 

La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea pero, como el día anterior, apareció el enano saltarín: "¿Qué me das si hilo la paja para convertirla en oro?" preguntó al hacerse visible. "Sólo tengo esta sortija." Dijo la doncella tendiéndole el anillo. "Empecemos pues," respondió el enano. Y zis-zas, zis-zas, toda la paja se convirtió en oro hilado. Pero la codicia del rey no tenía fin, y cuando comprobó que se habían cumplido sus órdenes, anunció: "Repetirás la hazaña una vez más, si lo consigues, te haré mi esposa." Pues pensaba que, a pesar de ser hija de un molinero, nunca encontraría mujer con dote mejor. Una noche más lloró la muchacha, y de nuevo apareció el grotesco enano: "¿Qué me darás a cambio de solucionar tu problema?" Preguntó, saltando, a la chica. "No tengo más joyas que ofrecerte," y pensando que esta vez estaba perdida, gimió desconsolada. "Bien, en ese caso, me darás tu primer hijo," demandó el enanillo. Aceptó la muchacha: "Quién sabe cómo irán las cosas en el futuro." - "Dijo para sus adentros." Y como ya había ocurrido antes, la paja se iba convirtiendo en oro a medida que el extraño ser la hilaba. Cuando el rey entró en la habitación, sus ojos brillaron más aún que el oro que estaba contemplando, y convocó a sus súbditos para la celebración de los esponsales. 
Vivieron ambos felices y al cabo de una año, tuvieron un precioso retoño. La ahora reina había olvidado el incidente con la rueca, la paja, el oro y el enano, y por eso se asustó enormemente cuando una noche apareció el duende saltarín reclamando su recompensa. 
"Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras." ¿Cómo puedes comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo," exigió el desaliñado enano. Pero tanto rogó y suplicó la mujer, que conmovió al enano: "Tienes tres días para averiguar cuál es mi nombre, si lo aciertas, dejaré que te quedes con el niño. Por más que pensó y se devanó los sesos la molinerita para buscar el nombre del enano, nunca acertaba la respuesta correcta. 
Al tercer día, envió a sus exploradores a buscar nombres diferentes por todos los confines del mundo. De vuelta, uno de ellos contó la anécdota de un duende al que había visto saltar a la puerta de una pequeña cabaña cantando: “Hoy tomo vino, y mañana cerveza, después al niño sin falta traerán. Nunca ser rompan o no la cabeza, el nombre de Rumpelstiltskin adivinarán”
Cuando volvió el enano la tercera noche, y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le contestó: “¡ Te llamas Rumpelstiltskin!”
"¡No puede ser!" gritó él, "¡no lo puedes saber! ¡Te lo ha dicho el diablo!" Y tanto y tan grande fue su enfado, que dio una patada en el suelo que le dejó la pierna enterrada hasta la mitad, y cuando intentó sacarla, el enano se partió por la mitad.


Cambios que realizar: 

Personalmente creo que está bastante bien contado, utiliza un lenguaje y palabras que no revierten mucha dificultad, así mismo, no es extenso, lo cual hace fácil su lectura, a la vez que es divertido tanto para quien lo lee como para quien lo escucha. No obstante, para que los niños puedan interiorizar la historia si que atribuiría nombres propios a los personajes.  

Contexto en el que se realizará la narración

Este cuento es un cuento para tener al uso y poderlo contar en cualquier momento, dado que es un cuento muy ameno y divertido, con un juego de palabras referidos a nombres de personas, lo cual a esta edad, les puede ser útil y ayudar en cualquier momento de su proceso evolutivo, sobre todo, porque como bien he dicho anteriormente, en esta edad, empieza a aprender a escribir sus nombres, lo cual, este cuento, les puede ayudar a mostrar más interés por conocer e inventar nombres dispares, que a modo de juego, les ayude al aprendizaje de la lectura y escritura.

Preguntas que se plantearán al final:

-       ¿Alguien podría decirme porque las personas tenemos un nombre?
-       ¿Conocías algún nombre de la historia?
-       ¿Qué nombres se os hubieran ocurrido a vosotros?
-       ¿Qué hubieseis hecho vosotros para tratar de averiguar el nombre del hombrecito?
-       ¿Conocéis algún nombre raro o divertido?
-       ¿Alguien sabe lo que es un mensajero?
-       ¿Qué oficios conocéis?

Motivos y simbología:

La historia de Rumpelstilskin sigue la estructura clásica de un cuento folclórico ya que responde a una estructuración interna con un planteamiento, nudo y desenlace.
La historia de Rumpelstilskin cuenta con todos los tópicos característicos de los relatos tradicionales del folcrore. El nombre del ayudante, tema recurrente de los cuentos de hadas, una labor imposible de realizar por parte de un protagonista, antagonista principal de un cuento que incluye tareas imposibles,  el intercambio del hijo y sobre todo, el nombre secreto.



BIBLIOGRAFÍA




5 comentarios:

  1. Buenas tardes María,

    Lo primero felicitarte por tu blog ya que me ha gustado mucho y no conocía ninguno de los textos que has elegido.

    Aquí te dejo mis aportaciones por si lo quieres completar:

    En el primer texto menciones que lo acortarías….¿Que parte suprimirías? ¿Por qué? , y la cuestión que les plantearías ¿Vosotros engañaríais por salvar de la muerte a alguien a quien queréis? , creo que puede resultar algo complicada de entender a niños de la edad que has elegido.

    En el segundo texto también mencionas que lo acortarías…….¿Que parte suprimirías? ¿Por qué?

    En el tercer texto he observado una contradicción, ya que como bien dices al principio de tu entrada que los textos folclóricos son para contar y no para leer, y en el tercer texto has escrito “es divertido tanto para quien lo lee como para quien lo escucha"

    Espero haberte ayudado

    Un saludo

    Noelia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Noelia por tus aportaciones tan precisas e útiles, que no sólo me sirven para la mejora de mi trabajo sino como reflexión personal sobre el trabajo realizado.

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Está casi perfecto, pero tienes que tener en cuenta que estos textos son para cantar y contar, no para leerlos.

    ResponderEliminar